Francisco Pedrosa Orellana "El Chato de Benamejí"

El que con el tiempo acabaría siendo el famoso bandolero, nació en la villa de su alias el día 3 de julio de 1799. También se le conoció con el sobrenombre “El Chato Paecojo” y en sus correrías, por buena parte del territorio andaluz, le acompañó su primo Juan Pedrosa Montes “El Chato Pastor”. Ambos anduvieron muy activos entre los años 1832 y 1834.

Los primeros pasos ilegales de “El Chato de Benamejí” posiblemente serían como contrabandista, al igual que muchos otros bandoleros, hasta que aparece integrado en la partida de Frasquito “El de la Torre”, disuelta gracias al indulto de Fernando VII, que alcanzó también a “El Tempranillo”, a Juan Caballero y a sus respectivos hombres.

Meses después del perdón real, algunos bandidos -los más arriscados y rebeldes- retomaron los trabucos y surgieron desordenadamente grupos armados en los que eran confusas, no ya la cantidad y la identidad de sus miembros, sino incluso los liderazgos. Es en estas partidas en las que vuelve a hallarse “El Chato de Benamejí”, concretamente en las de Miguel Tórtola “El Manchego”, Juan de Mora y Pedro “El de Loja”. Al fin, a mediados de octubre de 1832, ya capitaneaba su propia gavilla, en la que estaban “El Calderas”, “El Sotana”, Miguel Labores, “Palomino”, Juan Villarín, su primo “El Chato Pastor”, José Pérez, «Canillas», «La Chiva», «Paecripti», Lucas Muñoz, «El Trufo», «Frascorro», «El Berraquillo», «El Tardido», «Cambriles», «El Renegado de Cuevas Bajas», Pedro «El de Loja», un sobrino de éste último, etc. Con ellos robó, extorsionó, asaltó en despoblado y secuestró. La actividad de esta banda fue tal que su fama rebasó los límites de Andalucía, apareció en la prensa nacional, inspiró literatura barata y se universalizó como medida comparativa de terror.

El 7 de noviembre de 1833 “El Chato” es capturado, junto con su primo Juan y Lucas Muñoz en el cortijo de las Monjas Bernardas (Málaga), pero se escapó pernoctando en el cortijo de “El Grajo”.

El 7 de junio de 1834, el capitán don José María Povedano -su más enconado perseguidor- le detuvo cerca de la ermita de Jesús del Alto, en Benamejí, pero el bandolero se escapó cuando le conducían a Sevilla.

Dos meses después, “El Chato” y su banda volvieron a robar, chantajearon a varios hacendados, asaltaron el correo en tierras antequeranas y además apalearon brutalmente al postillón.

Fue cogido nuevamente y la prisión del autor de tantas atrocidades cometidas, no sólo, por la zona de Benamejí, sino por las provincias de Córdoba y Sevilla, dio a los hacendados una cierta tranquilidad, que desapareció cuando se fugó de la cárcel de Antequera.

A estas alturas el bandolero gozaba de gran popularidad y hasta admiración soterrada entre el pueblo llano, que aplaudía su arrojo por enfrentarse a la autoridad dominante, sin querer ver sus delitos con gente no poderosa (braceros y jornaleros que él creía espías, pequeños propietarios, carreros, arrieros, caseros, etc.).

Y así anduvo hasta el 5 de septiembre de 1834, en que la banda se enfrentó a una partida de la Compañía de Seguridad Pública de Córdoba y Granada al mando del capitán don José García Val- verde, que le persiguió durante cuatro días, teniendo varios encuentros con bajas por parte de los bandidos; hasta que, ya solo, el día 9 en una grieta rocosa del Tajo de los Castillejos (Cuevas Bajas), cercado y sin escapatoria “El Chato” se entregó. Se hizo cargo de él don José María Povedano, jefe de los Urbanos de Benamejí, que le trasladó al calabozo de dicho pueblo. Estuvo encerrado hasta el día 11 en que lo sacaron para llevarlo a Sevilla; a unos dos kilómetros del pueblo intentó escaparse y la fuerza conductora tuvo que darle muerte. Eran las cuatro de la tarde del 11 de septiembre de 1834.

Su acta de defunción dice: “…fue muerto en las inmediaciones de ella (Benamejí) y sitio que llaman arroyo del Majuelo, por quererse fugar, al parecer, de una partida que lo conducía a Sevilla como capitán de bandoleros y su cadáver fue sepultado, con entierro de caridad, en el cementerio común de esta dicha villa…”.

El “al parecer” de la inscripción anterior unido a que, cuando le sacaron para su último viaje, “El Chato” acusó a voces a Povedano de complicidad y de deberle dinero, constituyen dos interrogantes sobre el desenlace final.

TEXTO: Francisco Cerezo

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Información complementaria

Partida de Bautismo de Francisco Pedrosa Orellana
Francisco José de la Visitación hijo de Francisco Pedrosa y María Orellana.
En la villa de Benamejí en tres de Julio de mil setecientos noventa y nueve, yo el infraescripto (infrascrito) Cura Párroco de esta de Nuestra Señora de la Concepción, bapticé (bauticé) a Francisco de la Visitación que nació el dos del dicho, hijo legítimo de Francisco Pedrosa y de María Orellana: nieto paterno de Juan Pedrosa y de María Candelaria Gómez y materno de Mateo Orellana y Juana Cauello (Cabello). Fue su madrina Raimunda de Ramírez, todos naturales y vecinos de esta villa. Advertiles su parentesco espiritual y obligación de enseñar la doctrina cristiana. Doy fe.
Juan José Linares.